Nuestras ciudades están asistiendo a la renovación de las paredes de sus calles. Estas paredes, que resultan ser las fachadas de nuestras casas, se han visto remozadas, repintadas y renovadas de manera sustancial hasta la fecha. Pero además muchos de los edificios están mejorando su accesibilidad y, muchos más, están siendo “reabrigados” con mejoras sustanciales en su aislamiento.
Es verdad que la crisis en la construcción de nuevas edificaciones ha derivado a las empresas hacia lo que era el hermano pequeño del sector y se ha regenerado un sector que estaba algo abandonado.
También ha influido en esta evolución las distintas ayudas que desde instituciones se están ofertando para promover las reformas.
Pero sin duda el catalizador de esta regeneración es la Inspección Técnica de Edificios, ITE. La obligatoriedad de contar con esta “revisión médica” de nuestros edificios ha generado y seguirá generando mucha polémica. Una polémica que en muchos casos viene de la falta de información en lenguaje de calle, interpretándose la ITE como un IMPUESTO más.
Parte de esta desinformación viene por el planteamiento que desde los medios se hace a este respecto cuando lo que se destaca es que miles de edificios deben PASAR la ITE. Extraña terminología que desinforma a los ciudadanos dando a entender que es tan solo un examen a superar.
Pero también desde las instituciones se hace un flaco favor cuando solo se habla de la repercusión a corto plazo y tan solo se valora la implicación en reparaciones y reformas urgentes.
Parece que no hemos entendido la finalidad de la ITE. Esta inspección no es un simple examen, se trata de una revisión integral de nuestro edificio que va ayudar a conocer su situación y sus necesidades para que sea un edificio sano en disposición de ser útil a sus habitantes. Esta utilidad debe entenderse desde el confort adecuado para sus usuarios así como desde la seguridad de la piel exterior que conforma el espacio público, sin olvidar la estética como imagen representativa del propio estado del mismo.
Al igual que la ITV para los vehículos, tras años de dejadez social en el cuidado de nuestros edificios, las instituciones tuvieron que tomar cartas en el asunto y algo que debería ser hábito natural, como es cuidar nuestra propiedad, ha tenido que convertirse en ley. Una ley que se inicia con la necesidad de acometer la revisión inicial, las posibles actuaciones para recuperar el correcto estado del edificio y, quizás lo más importante, la responsabilidad de MANTENER. Una responsabilidad de la que se habla poco, aunque tanto el espíritu de la ley como el desarrollo en sus interpretaciones locales recurren a la palabra “Mantenimiento” como referencia semántica (Ordenanza local sobre Mantenimiento, Reparación y Rehabilitación de Inmuebles de Bilbao).
Así es que, aunque la finalidad primera de la ITE es conocer el estado del edificio de cara a realizar una actualización, la finalidad real es poner en valor el cuidado de nuestros edificios mediante la puesta en marcha y gestión del “Plan de uso y mantenimiento de edificios”. Iniciar un proceso de cuidado continuado de los edificios que permita hacer perdurar en el tiempo el nuevo estado de salud del edificio que, además, en muchos casos supone un gran esfuerzo económico. Y asegurar un estado razonable que además permita recibir el visto bueno en las sucesivas inspecciones decenales.
Porque no hay que olvidar que la ITE ha llegado para quedarse. Y junto a ella el Plan de Uso y mantenimiento, que deberá sacar a la luz la realidad de su análogo “Libro del edificio” en el caso de edificaciones nuevas construidas a partir de 2006, y cuyo seguimiento habrá que afrontar lo antes posible.
Pinchar aquí para ver la noticia completa en el periódico deia 22 abril 2017